Una colérica historia que había dejado en el tintero desde hace algunos años. Podría tener aún vigencia y se las dejo para que me comenten.
Una "tranquila" tarde de jueves circulaba sobre la 25 Av. Norte y a la altura de la Policlínica Salvadoreña, una gran presencia se apoderó de mi retrovisor. Segundos después una gran pitazón se desató por toda la calle.
No vi luces de ambulancia ni escuché sirena alguna, pero si la pitazón del microbus que venía detrás. (Literalmente el ruido se veía y no exagero al decirlo).
Hicimos el alto a la altura de la Gabriela Mistral y la conductora se pasó al carril derecho. No alcancé a ver su rostro porque el polarizado de su ventana no me lo permitió, pero los movimientos de su cabeza denotaban que me estaba ganando una mentada de madres de las buenas. Para su escasa suerte, la diva tuvo que frenar y volver a quedar detrás de mi ya que decidió evadir un autobús que hacía su parada.
La pitazón siguió.
Cuando llegamos al redondel de la Fuente Luminosa (que ya no ilumina nada, pero la gente aún la llama así) me volvió a sobrepasar y quedamos a la par. Fue cuando tomé mi celular y realicé los dos primeros cuadros.
El transporte, que supuestamente conduce a niños de su casa a la escuela y viceversa, era un Hiace placas particulares P-550-431
Al parecer nos dirigíamos en la misma dirección, pero en un abrir y cerrar de ojos, la perdí de vista y cuando me reincorporé a la mencionada avenida, solo pude hacer la tercera foto, la del mencionado microbus, recién pasándose la luz roja de la 23 calle poniente.
Cabe aclarar que la unidad si transportaba a varios escolares.
Es de admirar que mantuve la calma en todo momento (no es que suela andar con neurosis a cada rato), pero después de todo no soy yo el que tiene que tramitar un permiso para transportar escolares, ni mucho menos llevarlos sanos a sus casas.
Para colmo de la acelerada señora, la volví a encontrar en el semáforo de la intersección con el Bulervar de Los Héroes, pero solo para despedirme de ella, que tomó la calle de la derecha en dirección a la delegación de Transito Terrestre. Ni idea de su prisa.
Yo agarré para mi casa, donde me esperaban, pero si yo fuera usted, no permitiría que una cafre al volante atente contra la vida de mi hijo manejando un microbus de la forma en que esta señora lo hace.
Si la conoce, dígale que escribí este artículo con todo el "cariño" posible. Si no la conoce, apunte bien el número de placa, para no contratarla nunca. He dicho.