De regreso a la Pequeña Sala del teatro, los niños participaban de la obra, opinando sobre cómo regenerar al Lobo Feroz. "Cántenle una canción" se escucha en toda la sala y luego el lobo se convierte en el más manso de los caninos. En la Gran Sala, el Ballet Folclórico Nacional, danzaba desde El Carbonero, hasta el Zuk.
Sin lugar a dudas, el centro de San Salvador, volvió a ser el centro de atención de la cultura, por una tan sola tarde. Los medios de comunicación, brillaron por su ausencia. Quizá debido a que ya habían hecho su cierre, o quizá porque no habían saldos rojos o accidentes que lamentar.
Pero la Renegada que hago es esta oportunidad es que mientras grupos de danza, teatro, títeres y otros representantes de las artes escénicas, intentan volar por su cuenta, tenemos a la administración del Teatro, cobrándoles tarifas de primer mundo. Por la Gran Sala $1,200 y la Pequeña Sala tan solo $400 por hora de permanencia. Esto incluye el tiempo en que el grupo instala su equipo, ensaya la obra y desaloja el escenario. Hagan la cuenta por cuatro horas de trabajo y a esto le agregan que las funciones eran gratuitas, entonces las arcas de Concultura se llena más por lo que le sacan a estos Alfonsos Quijanos, que por la boletería vendida.
¿Será que soy yo quien no entiende esto porque en mi cartón de la U dice que tengo leche para escribir y no para entender lo administrativo? ¿Será que son los grupos los ingratos que quieren todo de "choto" porque le va tan bien que pueden pagar todas las salas de nuestra casa de las artes?
¡Vaya usted a saber!


